¿El fin de la desinformación digital y los falsos gurús?
El gobierno de China, a través de la Administración del Ciberespacio de China (CAC), ha lanzado un plan radical para sanear el ecosistema digital. A partir de octubre de 2025, entrará en vigor una estricta regulación a influencers que obliga a los creadores de contenido a acreditar formación académica o certificaciones oficiales para hablar de temas especializados.
Este es, sin duda, el intento más audaz hasta la fecha para combatir la desinformación digital a escala masiva. La nueva frontera entre la divulgación espontánea y la comunicación profesional ha sido trazada. China está institucionalizando al divulgador digital.

Los cuatro pilares de la verificación de credenciales
La Ley de Influencers China establece reglas claras para cualquier creador que aborde áreas que requieran conocimiento técnico o profesional, poniendo fin a los «improvisados» que basan su autoridad en la popularidad y no en la preparación.
La norma impacta directamente en áreas clave de la vida pública:
- Salud y Medicina: Se prohíben consejos médicos, recetas o diagnósticos sin un título que lo avale, limitando la voz solo a quienes estén afiliados a instituciones médicas o de investigación.
- Finanzas e Inversiones: Se exigen certificaciones y afiliaciones verificables para dar recomendaciones de compra, venta o asesoramiento económico.
- Derecho y Asesorías Legales: Las orientaciones jurídicas quedan reservadas para profesionales con cédula y acreditación oficial.
- Educación y Tutorías: Los creadores deben demostrar una formación académica o certificación para impartir clases y ofrecer tutorías en línea.
Las plataformas digitales —como Douyin (TikTok China), Weibo o Bilibili— son las encargadas de esta supervisión, obligadas a implementar sistemas de verificación de credenciales rigurosos. Se ha otorgado un plazo de dos meses a los usuarios existentes para que completen el proceso, mientras que las cuentas nuevas no podrán publicar contenido especializado sin certificarse previamente.
El combate a la desinformación
La justificación oficial de la CAC es proteger al consumidor y frenar la propagación de rumores virales que afectan la salud pública y la economía. La regulación de influencers apunta directamente a tres beneficios esenciales:
- Protección contra estafas: Se establece un escudo contra los expertos falsos que venden suplementos mágicos o prometen riquezas inmediatas sin tener respaldo, protegiendo los ahorros y la salud de los usuarios.
- Calidad sobre viralidad: La ley fomenta la creación de contenido especializado y de valor real, premiando el conocimiento certificado sobre el clickbait y la simple viralidad.
- Transparencia total: El reglamento exige que los contenidos educativos y científicos citen fuentes verificables. Además, se establece que debe especificarse si un material fue generado por Inteligencia Artificial o si incluye dramatizaciones, estableciendo un «contrato digital» de responsabilidad con la audiencia.
El riesgo del control estatal
A pesar de los objetivos loables, la medida ha encendido las alarmas a nivel global por sus implicaciones éticas y creativas:
- Libertad de expresión y censura: Muchos analistas ven esta Ley de Influencers China como una herramienta más del gobierno para estrechar el cerco sobre la narrativa pública y silenciar voces disidentes, incluso aquellas que divulgan conocimiento de forma alternativa.
- Sofocación de la autenticidad: La ley puede sofocar a talentos que, si bien carecen de un título tradicional, poseen una profunda experiencia práctica o han desarrollado métodos innovadores (el modelo del «genio autodidacta»). La creatividad y la autenticidad orgánica podrían ser reemplazadas por un «molde académico» rígido.
- Golpe a la economía creativa: El requisito de certificación para influencers amenaza la fuente de ingresos de miles de creadores de contenido cuya monetización depende de la divulgación, pero que no tienen acceso a la afiliación institucional.
El debate global: ¿Un paradigma que se replicará?
La regulación de China a influencers no es solo un asunto interno; es un experimento social a gran escala que anticipa un posible nuevo paradigma.
Si bien un escenario de apocalipsis de influencers es poco probable en países occidentales como México, donde la libertad de expresión tiene un peso constitucional diferente, la iniciativa obliga a debatir la responsabilidad educativa de los creadores. Analistas tecnológicos sugieren que podríamos estar viendo el inicio de la transición del influencer espontáneo al experto certificado, un modelo que otros países podrían adaptar para combatir la desinformación científica y sanitaria. En una era donde la Inteligencia Artificial genera contenido indistinguible del humano y las percepciones se moldean masivamente, China propone una solución radical: institucionalizar la credibilidad. El experimento recién comienza, pero su resultado transformará la manera en que el mundo define la confianza en el ecosistema digital.


